martes, 30 de junio de 2009

Sin condiciones

"Esta es una historia que la escuche de mi padre cuando era una curiosa infante. Fue algo que me marcó y desde entonces comprendí de que el AMOR es el sentimiento más increíble y el más grandioso de todos".



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Hace muchos años cuando trabajaba como voluntario en el Hospital de Stanford, conocía a una niñita llamada Liz quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse aparentemente era en una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatir la enfermedad.
El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Yo lo vi dudar por solo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: Si, lo haré, si eso salva a Liz. Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña.
Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Él miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa ¿A qué hora empiezo a morirme? Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor; él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aún así se la daba.

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DA TODO POR QUIEN AMES...

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